La instalación de este tipo de explotaciones de ganadería industrial intensiva genera más perjuicios que beneficios en aquellas zonas donde son aceptadas: olores, impacto visual, proliferación de insectos y roedores, así como la contaminación del suelo y aguas subterráneas por el vertido de purines a los campos de labor.
Este tipo de inversiones, pretende transformar la ganadería tradicional, familiar, saludable, sostenible y de calidad, en grandes infraestructuras deshumanizadas. Es evidente, por tanto, que el primer riesgo se plantea en el ataque directo a las pequeñas y medianas explotaciones ganaderas, gestionadas por autónomos, autónomas y sus familias.
Una competencia desleal, que impide e impedirá a nuestros ganaderos competir en precio de venta, ya que la producción industrial acelera los procesos y reduce los gastos al necesitar de menos puestos de trabajo y no respetar los tiempos de crianza de los animales. Algo que tiene consecuencias directas en la economía y la salud, pues dificulta o incluso impide a la mayoría de la población de este país adquirir carne de calidad, fruto del trabajo digno y estable; que se verá empujada al consumo de productos cárnicos industriales.
En los últimos años, nuestro país, nuestra región y concretamente las localidades vecinas de Alpera y Ayora parecen haberse convertido en destino de empresas dedicadas a la instalación de macrogranjas porcinas. Actualmente, siguen proyectadas la instalación de cuatro macrogranjas, una en el término municipal de Alpera con 7.200 cerdos de cebo, y tres con las mismas características en Ayora, a los pies de la ciudad monumental de Meca.
Las cuatro macrogranjas que se quieren construir en Alpera y Ayora, se encuentra encima del acuífero del cual bebemos agua los pueblos de Almansa, Zarra, Teresa de Cofrentes, Ayora…, son algunos de sus inconvenientes, a los que hay que sumar que estas granjas producen gases de efecto invernadero, principalmente metano, que son evacuados directamente a la atmósfera, sin realizar tratamiento alguno.
Además estas industrias no generan empleo, ya que son instalaciones prefabricadas y a penas se necesita personal para su funcionamiento, y pueden provocan la destrucción del ya existente; disminución del turismo y por ende disminución del sector servicios, puesta en peligro del sector vinícola, etc.
Para la creación de estas instalaciones en Alpera y Ayora han solicitado la extracción de 408.000m3 de agua de nuestros acuíferos, lo que puede ocasionar en un futuro la falta de agua para la ciudadanía y sus cosechas.
En último lugar, también es necesario hablar sobre las condiciones de los cerdos en esas “macrogranjas”, indignas y contrarias a la vida misma. El hacinamiento de los animales, el estrés al que se someten, su poca movilidad y la aceleración de los procesos de engorde, generan piezas de consumo lejanas a lo natural.
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